Hoy le he robado al
tiempo
unas delicadas horas 
para  el Algarrobo viejo
donde bajo su sombra
saboreábamos  los  besos.
Pensaba y me imaginaba
su robusto tronco seco
de corteza gris y rota
fuera un débil  esqueleto.
Pero…allí, fiel, me
esperaba,
ya triste, cansado y  seco.
Con esas ramas abiertas
salió, cansado, al
encuentro
y comprobé que son brazos
que se alzan  mirando al cielo.
Un suspiro me estremece,
me detengo ante su lecho,
siento como la nostalgia 
abriga el frio de mi
cuerpo.
Compruebo que siguen
vivos 
las  huellas y los recuerdos.
Me siento  bajos sus  ramas,   
y descanso  del camino,
miro  a los enamorados
nadando en las aguas del  rio
abrazándose  sin pudor…
reflejo  del espejismo.
En su viejo tronco
observo
el amor que nos tuvimos
el corazón que grabamos
con las flechas, tu
nombre y el mio
Ahora, el Algarrobo y yo
somos  muy buenos amigos,
cada día salgo al sendero
que me conduce al  destino. 
Me detengo, lo saludo,
me siento tras el suspiro.
El me cuenta sus  historias, 
y yo estos versos escribo,
leo y  me da  el “Visto bueno”
de  diablo viejo y  Sabio.
Y después, sus locas ramas
me susurran  bellos cuentos,
las hojas secas  me arrullan,
siento el sabor de tus besos.
Entre tan dulce  ternura
cierro los ojos y  duermo…
El nudo de  su garganta
recita bajito  versos,
y se escucha entre los dientes
los gemidos de sus
sueños.
(M. Sánchez, 14-3-2012)

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