Oler la podredumbre
en que se convirtió el amor.
El olor a cieno de las
mentiras
cuando llaman a la puerta
el egoísmo pecador.
Acariciar los huesos desnudos
del niño que corría por
calles perdidas.
Estar allí y vestir su cuerpo
cundo la lluvia moje
sus delicados sentimientos,
cuando tiriten de frio.
Dar la limosna que en mi
bolsillo
quedó sin dueño y sin
destino.
No callar, no…!
porque este mundo es de todos.
Haced correr estos gritos.
Gritar estos versos sin voz.
Ilusión, ( M. Sánchez ,
septiembre 2012)
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